Moyano empieza a sentirse a
gusto.
Por Francisco Schiavo|"LA
NACIÓN".
Hugo Moyano era una incógnita como
dirigente deportivo. Nadie cuestionaba su poder. Tampoco su influencia ni los
lazos comerciales y políticos que ya benefician a Independiente. Sí flotaba la
duda sobre cómo haría pie en un club cuya única escenografía era tierra
devastada. Cómo convivirían en su agenda funciones tan diferentes. Cómo se
manejaría en un mundo, en gran parte, ajeno. Cómo se llevaría con entrenadores,
jugadores y representantes. Cómo encajaría con sus pares en una comisión
directiva con ideologías para todos. Pero el líder de la CGT opositora avanzó
sin fijarse a los costados y cada vez se siente más cómodo al frente del
"Orgullo Nacional". Así define cada dos por tres a los Rojos porque es una de
las formas que más le gustan.
Hugo ya había tenido contacto con la
política de Independiente: había colaborado con la gestión de Julio Comparada,
que mandó en el club entre 2005 y 2011. También lo hizo su hijo Pablo, hoy vocal
2° y presidente de Atlético Camioneros, fundado en 2009 y que participa en el
torneo Argentino B. Aunque nada se acerca siquiera a lo que vive hoy Moyano. Él
se "ocupa de todo", como contó en el programa partidario "De la cuna al
infierno". No siempre de manera presencial, ya que delega algunos temas y luego
sube o baja el pulgar. Eso sí: sobrevuela como un satélite por cada uno y
siempre le llega la fotografía de mayor calidad.
Jugó fuerte cuando con un sutil movimiento
de muñeca forzó la salida de Omar De Felippe y contrató a Jorge Almirón como DT.
Porque los socios, a los que muchas veces llama "compañeros" por estar
enfrascado en los temas sindicales, desconfiaron. Moyano estaba al tanto de que,
pese a que arrasó en la votación de julio -¡cuánto pasó en tan poco tiempo!-, no
tenía una buena imagen entre la masa. Si hasta había sufrido algún entredicho
con los hinchas pese a que acercó donaciones para los sueldos en el peor momento
en la B Nacional, cuando fue un colaborador externo y exigió la ida de Javier
Cantero.
El presidente seguirá sin sobresaltos si
cumple con un postulado fundamental: jamás subestimar la pasión porque el fútbol
transforma hasta la mente más racional. Los domingos les salen garras a los que
de lunes a sábado usan la galera del Dr. Jekyll. Ése es el punto exacto en el
que suelen aturdirse los dirigentes. Él lo sabe. Tomó una decisión extrema, como
marginar a Federico Insúa, pero jamás se permitiría, por ejemplo, no solucionar
el contrato de Federico Mancuello, emblema de los tiempos modernos. Pese a que
podrá despotricar públicamente a modo de presión -en su voz o la de terceros-,
sabe que las consecuencias le traerían demasiados problemas. Hoy lo satisface
que, lentamente, entra en el corazón del hincha. Se ilusiona con pelearle el
título a River, pero lo desvela la Copa Libertadores. Hugo Moyano está cada vez
más a gusto.
"LA NACIÓN"
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