jueves, 15 de enero de 2015

Jorge Griffa: “El fútbol es un mano a mano permanente, por alto y por bajo”


“El fútbol es un mano a mano permanente, por alto y por bajo”

Jorge Griffa, excentral argentino del Atlético, habla de su época, sus duelos con el Madrid, la cantera de los jóvenes, y Maradona y Messi


Por JUAN MORENILLA para diario EL PAIS (Madrid)
“Si me vienen a buscar para correr, no estoy en mi mejor momento. Pero si me vienen a buscar para pensar, creo que les puedo ayudar”. A los 79 años, al argentino Jorge Griffa le queda una espinita clavada en el corazón: que su querido Atlético de Madrid no se haya acordado nunca de él para sus categorías inferiores. Griffa defendió “las rayas rojas y blancas” entre 1959 y 1969. Como central rotundo escribió una época. Ganó tres Copas, una Liga y una Recopa, contagió su enfermiza mentalidad ganadora y abrió la puerta para que llegaran otros defensas sudamericanos al Atlético. Aquel defensa duro tenía alma de profesor y se convirtió en una referencia como formador de jóvenes en las canteras de Newell’s, Boca y ahora Independiente.
Pregunta. ¿De niño quería ser defensa?
Respuesta. Quería jugar de lo que fuera, por el placer de jugar. Nací con una pelota en los pies. A los cuatro años ya jugaba. En otros tiempos, los niños queríamos ser defensores, no delanteros. Es más fácil destruir que abrir un horizonte de ataque. Hoy es al revés. Y se perdió ese placer. Los directivos, los padres y el ambiente empujan al niño a querer llegar a Primera. Les producen un shock emotivo, les traban.
P. ¿Sus ídolos?
R. Tuve muchos. Debuté en Primera con Ñuls con 18 años. Uno antes juntaba las figuritas de los jugadores que salían en los chocolatines. De pronto me vi ante mis ídolos.

P. ¿Cómo fueron su llegada a España y su fichaje?
R. Un empresario armenio, Artur Boghossian, me vio jugar en el Sudamericano de 1959. Ganamos a Brasil, la campeona mundial. El empresario me quiso llevar a Europa. Yo tenía una abuela española, hice los papeles y salí zumbando. Fue una negociación áspera. Eran 250.000 pesetas por el pase, y renuncié a 125.000 de mi primer año para irme. Caer en el Atlético me llenó de ilusión.
P. ¿Cómo era ese Atlético?


P. ¿Qué jugador era usted?R. Cuando yo llegué era un equipo de media tabla para arriba. Había muchos brasileños, como Vavá, y algún paraguayo dando vueltas. Era una ilusión para mí estar en esa camiseta que yo había utilizado de pibe en el club Alumni y en la selección rosarina, que tenían los mismos colores que el Atlético. Esos colores me perseguían, o yo a ellos.

R. Yo era un tremendo ganador. No podía llegar a pensar en perder, no tenía la dimensión de lo que era eso, y lo contagiaba a mis compañeros. Yo de chico tenía la intención de ser un triunfado. Y no se es un triunfador con los resultados en contra. Para mí, jugar en Sevilla o en Valencia era lo mismo que jugar como local, pero para los muchachos no era lo mismo. Y yo les tenía que inculcar eso: ‘No viejo, nosotros vamos a cualquier lugar a ser ganadores’.
P. ¿Era usted un cacique?
R. Sí, decididamente lo era. Crecimos. Teníamos un equipo formidable con Collar, Adelardo, Mendoza, Luis...
P. ¿Y un pionero para otros jugadores sudamericanos?
R. En aquel tiempo no venían defensores sudamericanos a Europa. Estaba Santamaría en el Madrid y yo en el Atlético. Llegaban todos delanteros. Yo tenía que darle con todo. El Atlético me había llamado para ser importante.
P. ¿Era usted violento?
R. No. Yo tenía una fuerza física y una fuerza mental, que acompañaba. Tenía la prepotencia de decir ‘Aquí estoy yo, viejo. Y no es cuestión de que me vengan a superar. Voy a superar yo a los otros’. Esa era la mística que yo tenía y el deseo ferviente de no ser de ninguna manera un perdedor, muy por el contrario. Tampoco es que yo entrara en la cancha a reventar al contrario a patadas. Era una cuestión de ser fuerte. En el fútbol hay un mano o mano permanente, por alto y por bajo, y yo tenía que ser un ganador, por alto y por bajo.
R. Tiene una característica especial muy buena, que es mostrar que es un equipo ganador. Eso ha de venir desde abajo, desde los infantiles. El ser humano tiene que venir con esa prepotencia para poder ser un ganador en toda la dimensión que exige el fútbol. El jugador argentino cree que es el mejor. Eso hay que demostrarlo.P. ¿Qué le parece este Atlético?
P. ¿Esa bravura es una característica histórica del Atlético?
R. Sí, el Atlético ha sido siempre así, no hay duda. Nos decían que éramos los terceros en discordia. Pero íbamos a Chamartín, a la cancha del Madrid, y ganamos dos finales de la Copa del Generalísimo. Y cuando íbamos a Barcelona, ellos tenían terror. Ese tercero en discordia, cuando jugaba contra los grandes, se transformaba en primero.
P. ¿Cuál es su trabajo con los jóvenes?
R. He trabajado en la cabeza de los chicos para que cuando lleguen a Primera tengan ese deseo de ganar permanentemente. Ahora dirijo el fútbol infantil y juvenil en Independiente. Tengo una pila de años, pero la experiencia ni se vende ni se compra. Nosotros somos educadores y docentes, no entrenadores ni directores técnicos. Yo estoy para darles a los jóvenes los conocimientos de la mitad de mi vida.
P. ¿Qué consejos son?
R. Yo no voy y le digo al chico ‘Andá y diviértete’, como dicen algunos. Eso es un absurdo. Le digo ‘Vos debes ser un ganador’.
P. Ha trabajado en categorías inferiores con Valdano, Batistuta, Martino, Banega, Gago, Tévez… ¿De quién está más orgulloso?
R. Cuando agarré a Batistuta, era un gordo malhecho y se transformó en un tremendo goleador. Tévez tenía limitaciones psicológicas y le enseñé que no solo se vive en una cancha de juego, sino también fuera. Gago era enganche y le dije que tenía que jugar de cinco y tener el arco contrario enfrente.
P. ¿En qué han cambiado los jóvenes?
R. En que ahora tienen cosas que antes no tenían. Se distraen con la computadora, las salidas y un montón de tentaciones que tiene la vida. Hay que marcarles el camino correcto, y que ese camino lo manejen con criterio y perseverancia. Yo cuando jugaba, manejaba un camión y vendía vinos, y después me entrenaba. Con la plata que me daba el club no me alcanzaba. Era una situación incómoda. Con mi deseo de triunfar llegué al éxito. Después, capacidad, oportunidad y suerte son los tres argumentos que se necesitan.
R. No. Las situaciones sociales de los países son cambiantes. Los holandeses de Cruyff fueron insuperables y pasó su tiempo. Al Barcelona le costó mucho sacrificio enseñar ese modelo.P. ¿Está en crisis la cantera argentina?
P. Es usted un gran valedor de Marcelo Bielsa...
R. Fue alumno mío y trabajó conmigo mucho tiempo, desde que era un jugador regular a querer meterse a director técnico. Es el espejo del triunfador.
P. ¿Messi o Maradona?
R. Maradona tenía unas condiciones superlativas. Era más constante en su mentalidad que Messi. Messi es sorpresivo, instintivo, hace jugadas distintas. Maradona está en un escalón superior. También es cierto que se transformó en eso a lo largo de los años, y Messi [27 años] sale de la etapa media hasta los 30, que es el momento sublime del jugador.
P. ¿Cómo ve la próxima Copa América?
R. Antes Brasil o Argentina iban a Ecuador y le metían una goleada. Ahora las cosas se han equiparado. El uruguayo no tiene tanta técnica como el argentino pero tiene más garra. El brasileño tiene un poco de todo, pero es un poco decaído en los esfuerzos del fútbol. Los colombianos tienen una gran técnica pero a veces salen del rol que les toca jugar dentro de lo que exige el fútbol. Cada país tiene su estilo.

¿Qué tienen en común Valdano, Américo Gallego, Saldaña, Llop, Darío Franco, Maxi Rodríguez, Basualdo, Scaloni, Pochettino, Balbo, Marcelo Bielsa, Walter Samuel, Heinze, Gabrich, Bracamonte, Duscher, Batistuta y el Tata Martino? Que todos, en un momento dado, pasaron por el tamiz de Jorge Griffa (Casilda, Argentina; 1935). La pasada semana a Martino, seleccionador de Paraguay, le preguntaron por qué salían tantos futbolistas de Rosario. "Pregúntele a Griffa", respondió. Griffa fue marcador central en Newell's entre 1954 y 1959, año en el que fichó por el Atlético, donde ganó tres Copas, una Liga y una Recopa en 10 temporadas. En 1971 colgó las botas en el Espanyol. A su regreso, se dedicó durante 24 años a las divisiones inferiores de Ñuls. Nadie acumula más experiencia que él en el fútbol formativo en Argentina. Y allí está, como asesor y coordinador de la cantera de Boca Juniors. Si Argentina fue un vivero, Griffa fue el jardinero.
"Aquel era un fútbol muy contundente. Ibas a provincias y se daba el partido por perdido"
"Messi todavía está en formación. Va por buen camino. Le falta decir 'aquí estoy yo"
"Yo era duro. Pregúntele a Luis. Le pegaba en los entrenamientos"
"Di Stéfano insultaba mucho, pero yo le decía que le iba a matar y resuelto"
Pregunta. ¿Por qué salen tantos jugadores de Rosario?
Respuesta. No solo de Rosario, salen de una periferia de 200 kilómetros. Tiene que ver con la alimentación, pero intervienen factores como la forma de vida, la familia. En Ñuls no les dábamos nada más que afecto. No teníamos mucho más... Mientras enseñabas, aprendías. Hacíamos cosas que no sabíamos si estaban bien hechas.
P. ¿Por qué no entrenó a los mayores?
R. Lo hice, duré seis meses y me dije: "Nunca más". Salí de allí como quien escapa de una cárcel. De España llegué lleno de errores. Creía que sabía mucho y no sabía nada. Pensé en los juveniles y me dediqué a la captación, al desarrollo, a ayudarles, a insertarles socialmente en muchos casos. Siempre fui un convencido de que el chico debía estudiar, no solo jugar. Tuve chicos con revólver en la cintura, otros que se hicieron curas, doctores en leyes y medicina, de todos los colores. ¡Y aprendí tanto! "Todo lo que se le pueda ocurrir, yo lo vi. No me lo contaron, lo viví", digo en mis charlas.
P. Rexach suele decir que al bueno le ve cualquiera, que el secreto es ver al que puede llegar.
R. Tiene razón. Hay que ser adivino, anticiparse, intuir quién no muestra todo su potencial pero tiene capacidad de mejora con tanto margen que será mejor que ese que ya lo hace todo bien. Es cierto eso. Al mejor es muy fácil verle. Hay jugadores que no te muestran un nivel magnífico, pero su margen de mejora... Con los juveniles debes adivinar el futuro.
P. ¿De todos los jugadores que tuvo, quién fue el mejor?
R. Tuve varios buenos. Algunos sublimes técnicamente, otros contundentes. Batistuta. Samuel, el mejor defensor. Martino, por jerarquía. Hubo muchos.
P. ¿De quién oiremos hablar en cinco años?
R. De Messi.
P. ¿Cree que Messi ha sido bien educado?
R. Hay que preguntarse: ¿Técnica y temperamento? ¿Fuerza y coordinación? ¿Velocidad física y mental? ¿Inteligencia, psicológicamente preparado para defender una divisa? Eso son los rasgos fundamentales del jugador ideal. Mire a Messi y dará con la respuesta. Yo creo que todavía está en fase de formación. La experiencia me dice que de los 20 a los 24 años demuestras lo que puedes ser, das cuenta del potencial pero no has culminado el proceso. Messi está en esa etapa. De los 24 a los 30 ya no se crece tan rápido, pero se sigue creciendo. Messi va por buen camino. Le falta decir "aquí estoy yo", pero esa es la última etapa y ahora la va a encarar.
P. ¿Está en crisis el fútbol argentino?
R. Falta coherencia y autocrítica. Y sufre el contagio de la vida social, claro. El fútbol no puede ser ajeno a lo que pasa en la sociedad, porque le influye y hay inconvenientes en la sociedad. Debemos luchar contra eso. Talento hay seguro, pero cuando tú te crees que lo sabes todo empiezas a retroceder, y en Argentina nos creemos que lo sabemos todo con mucha facilidad. Creemos que sabemos mucho y sabemos hasta ahí no más.
P. El fútbol ha cambiado mucho en los últimos 50 años...
R. Antes se creía que la técnica era sublime pero cuando se arreglaron los campos apareció la velocidad. Y con ella, la fricción. Por eso Brasil, con su técnica mayúscula, fue eliminada, y la fuerza de espíritu de Uruguay te lleva a la final. Ya no basta con jugar muy bien a la pelota, no se puede jugar sin temperamento Pero al juvenil hay que seguir ayudándole, antes y ahora.
P. ¿Cómo?
R. Mostrándole una verdad fundamental. Hay dos caminos: el del fracaso seguro o la búsqueda de la victoria. El segundo no te garantiza ganar, podés perder. En el primero no hay duda. Al juvenil no se le debe pedir ganar, se le debe enseñar con argumentos: explicación, ejecución, corrección y repetición. Y se le debe dar tiempo a crecer, física y técnicamente. Ahora la problemática social es diferente, así que los niños son diferentes. El chico ya no ve la ilusión de llegar a Primera en el club de sus amores, ve otras cosas. Sube la condición económica y bajan los afectos. Cambió la mentalidad. Ahora, en media temporada, ganan para el auto, para su casa y para la de sus padres. Si te pasas de revoluciones, al crío lo matas. Pero si le das estímulo, se llena.
P. Usted se fue muy joven a España. ¿No es contraproducente?
R. No tiene por qué. Yo llegué con 22 años. Entonces no era como ahora, la fama de los jugadores era malísima, no éramos aceptados, era despectivo ser jugador y nos tenían en un rincón, en penitencia. Ahora todo el mundo quiere ser futbolista, los valores, ya ve, han cambiado. Cuando llegué no era común fichar defensores, estábamos Pepe Santamaría en el Madrid y yo en el Atlético, que era una familia. En España había un gran nivel de delanteros. Estaba la del Barcelona, con Tejada, Suárez, Kubala, Kocsis y Czibor; en el Madrid, que era recampeón de Europa, estaban Amancio, Del Sol, Di Stéfano, Puskas y Gento. ¡Eran buenísimos!
P. ¿Y cómo se les paraba?
R. ¡Como podía! En aquel Atlético, el que no era bravo, no jugaba. Yo era duro, pregúntele a Luis: le pegaba en los entrenamientos, así que para frenar al Madrid... Recuerdo la última vez que jugué contra Di Stéfano, él con el Espanyol y yo por el Atlético en Sarrià... Hice un gol. Ellos se jugaban el descenso y nosotros el título. Me dijo: "Jorge, faltan cinco minutos y así nos salvamos del descenso, así que tranquilos". Yo le dije: "Vale, nosotros somos campeones, así que ni te acerques por el área, por tu bien". Alfredo hablaba mucho, insultaba mucho, pero yo le decía que le iba a matar y resuelto. El Barça también era complicado. Jugué mucho contra Kubala, era muy bueno con la pelota. Y muy estratégico. Kocsis era muy rápido, era bravo y técnicamente se parecía a Messi. Czibor era como Gento, más lento, claro, porque Gento era un fórmula uno; le pillaba cuando podía. Tenía que llegar antes de que arrancara o era imposible tirarle una patada. Puskas era un fenómeno, fue al primero que le vi pegar a la pelota con efecto. Me hablaba en argentino, con ese español hungarizado que tenía: "Ché Jorge, no dé tantas patadas", me decía.
P. La fama se la ganó a pulso, ¿no?
R. Digamos que di las patadas necesarias, para que se me respetara básicamente. Y yo no pedía perdón. Decía: "Levántate porque la próxima será peor". No crea, también me dieron mucho. Recuerdo a Ansola, de la Real de San Sebastián. ¡Era terrible, pegaba tremendo! Aquel era un fútbol muy contundente, muy físico. Ibas a provincias y se daba el partido por perdido. Yo les decía: "Chicos, da igual Madrid, Zaragoza o Córdoba. Hay que ganar siempre".
P. ¿Por qué dejó el Atlético?
R. Me dieron la libertad después de una hepatitis. Me llamó Casildo Boses, el mismo que me fue a buscar a Argentina, para ir al Espanyol. Yo no sabía ni siquiera si podría vivir y se lo dije: "No sé si les podré dar lo que esperan de mí". "Con tu presencia nos vale", me contestaron. Me hice unas pruebas. "Al pedo", me dijeron, y me quedé. Le guardo mucho cariño al Espanyol.

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