jueves, 12 de junio de 2014

Clarín: Final de la pesadilla


Final de la pesadilla de Independiente: ganó y volvió a Primera

Primera B Nacional
Se impuso 2-0 a Huracán en el desempate en La Plata. Se puso en ventaja con gol de Zapata en el primer tiempo y después sufrió, pero lo liquidó de contraataque a través de Pizzini.

    CLARIN 12-6-14
Cuarenta y tres partidos, miles de kilómetros recorridos, postales de ciudades y estadios nunca visitados en sus 109 años de historia, un puñadito de sonrisas, muchas más angustias. Todo eso acumuló Independiente desde aquella derrota 2 a 0 ante San Lorenzo en Avellaneda, el 15 de junio de 2013, que lo condenó al descenso. Trescientos sesenta y un días después, el Rojo derrotó 2 a 0 a Huracán, en el partido de desempate que se jugó en el estadio Ciudad de La Plata, y consiguió el ansiado ascenso a Primera desde la B Nacional, ese que ya se habían asegurado Banfield y Defensa y Justicia.
No había que ser demasiado atrevido para imaginar que ambos saldrían a jugar con la tensión y las constricciones propias de un duelo en el que un error podía costar la permanencia, durante al menos seis meses, en la segunda categoría del fútbol argentino. Dentro de esas fronteras, el Globo se mostró más ambicioso, con Gonzalo Martínez como factor desequilibrante sobre la izquierda, aunque sin inquietar a Diego Rodríguez.
Para el conjunto de Omar De Felippe la tarea no fue sencilla, ya que le costó mucho conectar a Matías Pisano y Daniel Montenegro, sus generadores de fútbol, por lo que Sebastián Penco, el único delantero neto, quedó muy aislado, peleando contra toda la línea de fondo. Aún así, la primera clara fue del Rojo: a los 34 minutos, Pisano profundizó desde la derecha, Germán Mandarino salió tarde y dejó habilitado a Federico Mancuello, que se encontró mano a mano con Marcos Díaz, pero apenas llegó a tocarla y perdió contra el arquero.
Dos minutos después estuvo cerca el equipo de Parque de los Patricios, con un tiro libre de Martínez que Rodríguez envió al córner. Pero de ese tiro de esquina llegó un contragolpe letal: Pencó rechazó en su área, Pisano tomó el balón en mitad de cancha, aprovechó el flojo retroceso de Huracán, corrió 40 metros, dejó en el camino a Alejandro Capurro y remató cruzado. Díaz alcanzó a manotear, pero Martín Zapata, que venía acompañando, empujó y puso el 1 a 0.
Sin margen, los dirigidos por Frank Kudelka intensificaron la búsqueda en el complemento y antes de los 15 minutos generó tres chances claras para empardar. Primero Leandro Caruso no tuvo puntería para cabecear en el área chica, tras cesión de Martínez. Luego Diego Rodríguez le metió un puñetazo a un centro desde la izquierda y Toranzo recogió el rebote en el borde del área, pero su remate se fue desviado. Más tarde, Martínez enganchó desde la izquierda hacia el medio y sacó el derechazo cruzado, que el arquero desvió sobre el segundo palo.
Si bien la intensidad de Huracán fue mermando tras ese arranque electrizante, eso no ayudó a que Independiente abandonara su refugio e intentara explotar el contragolpe. Muy pocas fueron las veces que sus jugadores se acercaron al área de Díaz.
Aun con la desesperación que implicaba el resultado adverso y un terreno de juego húmedo, que no lo ayudaba, el Globo no perdió la línea y siguió buscando con la pelota al piso y abriendo la cancha. Además, Kudelka sumó a Ramón Ábila y Lucas Villafañez para reforzar la ofensiva.
Justamente Ábila fue el protagonista de una jugada que pudo haber cambiado el destino del duelo. A los 28 minutos, el delantero conectó de cabeza un centro de Caruso y el balón terminó en la red, pero Diego Ceballos, el árbitro sobre el que De Felippe había posado la sombra de la duda, anuló la maniobra, a instancias de su asistente, por una posición adelantada inexistente.
Y cuando los jugadores de Huracán ya casi no volvían, Independiente pudo dar el golpe definitivo. A los 43 minutos, Hernán Fredes, que había reemplazado al exhausto Montenegro, la metió al vacío para la solitaria entrada de Francisco Pizzini, quien había sustituido a Pisano. El juvenil anticipó la floja salida de Díaz y, sin oposición, la empujó al gol que valió el alivio. En el festejo, Carlos Arano mostró su furia y se fue expulsado.
Entonces los hombres del Globo perdieron la línea y gastaron los pocos minutos que les quedaban en increpar a sus rivales y tratar de resolver a los golpes lo que no habían podido con goles. Para el Rojo fue cuestión de evitar la confrontación, dejar correr los segundos, esperar el pitazo final de Ceballos y soltar ese grito que sus hinchas tuvieron atragantado durante 361 días.

La tarde en la que el desahogo le ganó al festejo

Independiente
Acostumbrado a encadenar éxitos con un estilo inconfundible, el hincha de Independiente navegará hoy entre la alegría, el desahogo y la necesidad de empezar de nuevo. Su rica historia lo obliga a disfrutar de este presente con alivio, pero sin estridencias.



¿Y ahora? Una inédita mezcla de sensaciones debe invadir por estas horas al hincha de Independiente que grita bajo la lluvia. El logro del ascenso, la vuelta a Primera después de un año de incertidumbres y desdichas, arrimará un alivio imprescindible que se parecerá muy poco al sabor de los títulos de siempre.
Una palabra podría definir el estado de ánimo que el extrañamente sufrido simpatizante rojo arrastró estos años hasta el silbato final de Ceballos en La Plata: incredulidad. Así anduvo padeciendo la debacle institucional, la reversión del historial de casi todos los clásicos, la mirada desviada a escondidas hacia la tabla de promedios, el centenar de presuntos refuerzos de dudosa calidad, el protagonismo de la barra, un estadio a medio terminar, paladar descolorido, blasones oxidados. Y el descenso, síntesis de la caída al peor de los mundos. ¡Esto es Independiente!, pudo leerse, mitad exigencia y mitad súplica, en banderas y tuits. Como un grito de guerra en medio de los escombros.
Y aun en el desahogo que permite el ascenso, ese hincha debe navegar hoy entre disyuntivas que acaso no resuelva nunca. ¿Cómo mostrarle gratitud a un plantel al que insultó sin miramientos y casi sin excepciones después de una colección de pobres empates en casa, de excursiones con certeza de derrota, de pasear una imagen de grande venido a menos? ¿Cómo disfrutar de asomar por fin la cabeza sin revisar la historia reciente, en la que se empujan para salir en la foto presidentes inmorales con otros omnipotentes, zagueros sin concepto, volantes anónimos, goleadores sin gol? Saben los mayores, y lo tienen incorporado los jóvenes, que en Independiente siempre se festejaron logros cargados de épica. La jactancia de títulos conseguidos con pelota al piso, Libertadores brillantes, Intercontinentales con goles antológicos. Hazañas. El Rey de Copas.
Y resulta que este guión, caprichoso y perverso, lo desafía en Córdoba, cerquita de donde hace 36 años -o siete siglos-, ocho hombres escribieron una página gloriosa de veras, de esas que inflan el pecho y son mucho más que un éxito reparador. Victoria ante Instituto, examen aprobado, la mesa servida para festejar en casa. Pero había más, porque así de sufrido debía ser el camino de vuelta: triste empate ante Patronato y victoria con mucho coraje y poco fútbol ante Huracán, cuando era la gloria o Devoto.
No hay título, vuelta olímpica ni copa en alto bajo la lluvia platense. Apenas un tercer puesto que empieza a poner las cosas en su lugar y termina con la mirada burlona o piadosa de los otros.
Logrado el objetivo, el hincha celebrará la recuperación del sitio perdido en Primera. Mirará al cielo apretando el puño y gritando su desahogo, como si despertara de la peor pesadilla. Sabrá agradecerles al entrenador y a los pibes que pusieron el alma, obligados a crecer de golpe. Será piadoso con quienes fueron, ayer nomás, destinatarios de sus peores insultos. Se abrazará con sus hijos y llorará con ellos. Y sentirá que se quitó una mochila enorme.
Pero la gloria, lo saben los hombres de corazón rojo, es otra cosa. Erico, De la Mata, Sastre, Grillo, Pastoriza, Santoro, Bochini, Burruchaga y el Kun Agüero están ahí para que nadie olvide esa sentencia. El placer de gritarle al mundo su orgullo nacional deberá esperar.
Es que no precisan que nadie se lo diga: la vuelta a Primera es el primer paso para volver a ser. Apenas eso. Tanto como eso…

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