Por César Luis Menotti para La Nación
Cuando hablan del fútbol argentino, muchos piensan en la magia y los millones que genera Leo Messi, pero la realidad de nuestro fútbol es mucho más compleja. Se acercan las elecciones presidenciales en la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y pienso que estamos ante la oportunidad de modificar el modelo perverso que ha venido imperando desde hace décadas.
No está Julio Grondona y no hay ninguno que pueda dirigir dentro de ese modelo de la trampa y del engaño. Él tenía un manejo absoluto, era un hombre de mucha habilidad, conocedor del fútbol, y no hay ninguno que se le arrime. Estamos entonces ante una oportunidad, pero no para que se continúe haciendo lo mismo. Cuando escucho hablar a algunos de los candidatos a la AFA me hace acordar a los políticos. Hacen promesas, pero no dicen cuál es la proyección, hacia dónde apuntamos.
¿Qué esperamos de un fútbol tan importante como el argentino? Creo que tenemos que pensarlo en todos sus contextos. Porque hablamos de jugadores como Messi y, claro, ganan millones y millones de dólares. Pero hay mucho más que eso, hay futbolistas que ganan 400 pesos por fin de semana (menos de 45 dólares). En realidad, el 80 por ciento de los jugadores ganan miserias en Argentina. Sólo un diez por ciento gana bien y otro diez es millonario si tiene la suerte de ser vendido afuera. No todo es el fútbol profesional.
Lo que necesitamos es un debate muy amplio, serio y profundo, hasta diría dirigido por el Estado nacional. Necesitamos discutir entre todos qué lugar ocupa el fútbol en la sociedad argentina. Un debate sobre el fútbol amateur, el fútbol de base, el fútbol del interior, el fútbol de los pueblos, el fútbol profesional y el fútbol más que profesional, que sería un fútbol de exportación. Ya escuché en el pasado a los que dicen que hay que utilizar el nombre de Messi y hay que vender la selección. Eso ya se hizo y se robaron un montón de dinero.
También escuché que Marcelo Tinelli, tal vez el principal candidato, habló de limitar el sueldo de los contratos de los futbolistas, una propuesta que me pareció vergonzosa. Yo le rebajaría el sueldo a los que hacen televisión. Es un disparate.
Primero y principal, porque hay un desconocimiento de que los jugadores de fútbol son trabajadores y tienen convenios colectivos de trabajo. Pero además, el fútbol no existe por Menotti, Tinelli o Grondona, sino por los grandes jugadores que hemos tenido, que han sabido capitalizar una pasión increíble en cualquier lugar de la Argentina. Lo grave, en realidad, es que no les paguen. Hay futbolistas a los que les deben cuatro meses de sueldo y hay entrenadores a los que les deben seis.
Yo tengo una buena relación con Marcelo, un chico al que conozco de haberme ido a hacer notas cuando empezaba. Pero yo creo que él no es el indicado hoy. No sé si podría serlo en el futuro, pero hoy dice lo mismo que dicen todos.
En la parte comercial, Tinelli ha sido un exitoso en un rubro que no tiene nada que ver con el fútbol, y hoy está pasando por un buen momento como directivo de San Lorenzo. Pero con lo que dice no alcanza para ser nada.
Hay que usar el nombre Messi, sí, me parece bárbaro. Pero el fútbol es mucho más que la utilización de un nombre. Y aclaro que yo no tengo absolutamente nada en contra de Tinelli. No estoy diciendo con esto que no a él, como tampoco no a Luis Segura, el actual presidente interino de la AFA. Lo que quiero es saber es por qué sí. Desearía que Tinelli tenga la amplitud y la generosidad de abrir este debate y que no crea que de fútbol sabe todo.
Yo creo, por otra parte, que una AFA fuerte le haría muy bien a la organización de la FIFA y la Conmebol (Confederación Sudamericana de Fútbol). Porque la FIFA en sí misma no es nada, no es la que tiene el poder. Es una gerencia, es la representación de todas las confederaciones y las asociaciones que la integran.
Hay que depurar los clubes para poder depurar la AFA, la Conmebol y en última instancia la FIFA. Y más teniendo en cuenta que, después de los últimos escándalos de corrupción, la FIFA está andando con una alerta roja que abre dos caminos posibles: o dejar que la alarma se apague sola para que todo siga como está o entrar a modificar un montón de cosas. Y para poder cambiar las cosas, tenemos que empezar cada uno desde nuestro lugar.
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