Javier Cantero y un supuesto plan para matarlo
Por José Abadi. Revista "Viva" de Clarín, edición del 16/8/15
Javier Cantero, ex presidente de Independiente, dice: "Escribí un libro,Contra el sistema, que trata de muchas cosas que pasan en el fútbol y de cosas que me pasaron. Lo hice con nombres ficticios porque no tengo más ganas de estar con custodia policial". Entonces, la pregunta se impone:
Con todo lo que atravesaste en el club, ¿hay cosas sin revelar?
Una vez, en 2012, me llamaron a la sede y me dijeron que había una señora que quería hablar conmigo, que era una cuestión de vida o muerte. Quería contarme cómo me querían matar. Pensé que era una loca. Me dio dos o tres datos y me dijo: “Quiero ir a tomar un café con usted, no puedo ir a la sede porque varios me conocen allí y tengo miedo”. Decidí ir a verla: no a cualquiera le dicen eso. Cuando hablé con la jefa de seguridad me contestó: “Usted no va a ningún lado, mejor dicho: sí, vamos, pero a la Justicia para hacer la denuncia”. Fui al bar. Me llevaron a un lugar, me cablearon todo, y, como en las películas, había gente escuchando la conversación en una camioneta. Me contó todo. Ella no estaba muy bien, pero dio una serie de datos de algunos jefes de la barra y de un par de personas más. La Policía, cuando investigó, me contó que ella tenía un hermano detenido. Así que le pincharon el teléfono y parece que ella le pasaba información al hermano y él a ella. Ahí me pusieron custodia. Me molestó mucho.
Ella lo escuchó, aunque quizás no manejaba si lo harían de verdad.
Ella me dijo: “Algunas personas que están en la barra fueron asaltantes de blindados. Mi hermano está detenido por asalto a un blindado. Me comentaron que no lo van a hacer con un barra de Independiente, lo van a hacer con uno de otro club. Ellos van a estar en un lugar bien público”. Había cosas que coincidían y me preocupé. Después, la mujer me terminó pidiendo trabajo, nunca supe si lo hizo por eso. Tuve que sobrevivir con todo eso, yo venía de la nada, estaba en otros temas: trabajo y familia.
¿Cómo se conforma una barra?
Los clubes grandes tienen hinchas de muchos lugares, al principio, el que manejaba la violencia era el que mandaba. Después, cuando empezó a ser una asociación ilícita económica, mandaba el que conseguía los fondos. En los clubes chicos es distinto porque va gente del barrio: ahí el poder es el territorio. Los negocios son muchos: trapitos, merchandising, distribución de drogas y plata de los pases de los jugadores.
¿Por qué el club le paga a la barra?
Hay dos caminos. Está el que dicen los dirigentes: “Tengo miedo, saben dónde vivo”. Sospecho que los barrabravas conocen qué hacen los dirigentes, si hay negociados. Nunca vi que mataran a un presidente, pero sí vi que los agarraran haciendo algo que no correspondía. Eso sale de alguien al que le quedó debiendo. En Independiente encontré planillas que decían salidas en negro. Había periodistas y barrabravas que se llevaban 40.000 dólares por mes. Cuando yo me peleé diciendo los dólares que se habían llevado, llevé el tema a la Justicia. Vos sabés cómo es esto: la causa no avanzaba y no avanzó, me fui yo antes.
¿De dónde sacan contactos?
Porque trabajan para ellos. El mejor arma de los barras es la agenda. En la campaña electoral, yo había definido este tema como el triángulo de las bermudas: un vértice, los políticos, en otro, los dirigentes y en otro, los barrabravas. De lunes a viernes los barra bravas trabajan para los políticos: son guardaespaldas, choferes, hacen pintadas, van a las movilizaciones. Figuran en los registros de los municipios. Los fines de semana trabajan en el club, con los dirigentes. Los políticos decían: “¿Y yo qué quieren que haga? Si los dirigentes les dan plata para que viajen”. Los dirigentes contestan: “¿Y yo qué quieren que haga? Si los denuncio, entran por una puerta y salen por otra porque tienen contactos”. Y los barrabravas agregan: “¿Y yo qué quieren que haga? Si ponemos el cuerpo por los políticos y dirigentes, que se roban todo”. En medio de ese triángulo están los sueños de los hinchas comunes. Ahí está el tema: el principal problema es que creemos que no se puede cambiar. Me decían “Quijote”. Si hubiesen actuado diferente los otros clubes, habría sido otra cosa. Quedé muy aislado con mi comisión directiva.
Cuando quedás muy aislado y hay una estructura de poder distorsionada enfrente, se corre el peligro de que conviertan la verdad en delirio.
Quedás como un puro. No me gusta mucho la pureza, con mucho respeto. Un día, cuando me planté y no les di plata, me dijeron: “Quieren plata para comprar una bandera”. Yo repliqué que no, que les pregunten dónde venden la tela, que la compren y se la den. Los periodistas me mataron. “Este es el que está en contra de los barras bravas”, decían.
¿Y entonces?
Encontramos un club en que estaba todo cobrado por anticipación. Hicimos una gestión enorme, estuvimos dos años sin un cheque atrasado, pagando los sueldos. fue un esfuerzo muy grande, pero descendimos. El descenso, para un club grande, es...
Es inimaginable primero. Y cuando sucede es abismal.
Cuando estábamos jugando el ascenso nos hicieron la vida imposible: a veces entraban tipos encadenados a la sede pidiendo mi renuncia, otro día fueron al lugar donde comíamos asado y quemaron los quinchos. Día por medio pasaban cosas así. Querían que me fuera y Julio Grondona no me dio dinero. Cuando River descendió, Grondona me explicó que, al descender, a un club no le corresponde determinada cantidad de dinero, pero a River le siguieron dando esa cantidad. “Con vos, voy a hacer lo mismo”, me dijo. Creo que Grondona me tenía lástima. Cuando descendimos, yo estaba muy caído, pero seguía adelante igual. Y notaba que él me quería consolar: “Nadie te dijo que te quedaste con plata. En este ambiente una medalla es un huevo frito”. Yo lo miraba y le decía que no quería que la medalla fuera un huevo frito. Nunca hubiese querido irme al descenso. Sin embargo, cuando me dijo que me iba a dar esa plata, hablé con el tesorero para avisarle: la plata no vino nunca. Hay una frase que nunca tendría que haber dicho, pero a veces soy demasiado transparente. Cuando descendimos me preguntó: “¿Te vas a ir?” Y le contesté: “No. Me voy a ir el día que no pueda pagar las cuentas. Me eligieron por tres años y yo me quedo ese tiempo. En el estatuto no dice que, en caso de descenso, el presidente tiene que renunciar . Si la gente está disconforme que vote a otro”. Y bueno... la asfixia llegó. Había actos vandálicos todos los días. Mientras fui presidente, nunca los jugadores recibieron un apriete: siempre respondí. Cuando descendimos, hice una conferencia de prensa y asumí todas las responsabilidades. No porque fuera el único culpable, me parecía que era liberador para el resto y que ellos iban a jugar más tranquilos porque yo me había llevado todo eso. Fue una pesadilla.
Cuando Grondona no te dio el dinero, ¿la pesadilla llegó al tope?
Hubo un ingrediente más: fueron 200 barras a la noche a mi casa. Estaban mi mujer y mi hija. Ya venía muy presionado, pero fue el hecho desencadenante. No pude ver a mi hija así, me mató. Yo vivo en un country, estaba protegido, llamé a la Policía y vino. Pero la barra acampó afuera. El country tenía dos entradas y estaban por las dos. No pude. No recibí ni un llamado de solidaridad de ninguno de los dirigentes, ni uno que me dijera que lamentaba lo que me pasaba. Esa vez apagué las luces de mi casa, a mi hija la mandé a la casa de un vecino y mi mujer me miró como diciendo “yo no me voy de acá”. Se quedó conmigo. Apagué las luces de mi casa y encendí las del parque. Nos quedamos hasta las dos de la mañana, que fue cuando la guardia me dijo que se estaban yendo. Llegué a tomar pastillas para poder dormir.
Sentiste que tu salud iba a estar comprometida si seguías allí.
Estaba mal. Cuando era presidente, sentía que tenía que poder, pero no era yo. Hoy pienso que estaba loco por haber hecho lo que hice. Iba a buscar el auto a la cochera, a las 12 de la noche, a un lugar oscuro en Avellaneda, y me estaban esperando cincuenta tipos. Yo lo describo en mi libro. No me podían tocar, porque el sistema no los deja tocarme, ¡pero igual tenía miedo! Sobre todo no la pude ver a mi hija así, era injusto para ella.
Organizaste un proyecto, con un apoyo financiero que debía venir y no vino. Esa promesa que no llega se define como traición y produce una devastación interna.
Insulté mucho. Tendría que haber pensado en que me podían traicionar. Esto no va a caer bien: yo tenía una imagen idealizada de la mafia, de que son jodidos y bravos, pero que si te dicen que sí es sí y no es no. Cuando pienso si el fútbol es una mafia... O no es una mafia o la mafia no es como pensaba.
Al irte, ¿te pudiste tranquilizar?
Lo elaboré, como dicen ustedes.
Sería bueno limpiar el dolor y saber que se soportó mucho malestar.
Quiero hacerte una confesión, que no habla bien de mí seguramente: nunca me psicoanalicé. En mi libro hay una escena, en la que al presidente del club se le acerca un dirigente que le dice: “No puede seguir así, alguien te tiene que dar una mano”. Yo soy creyente y eso me ayuda mucho. Pensé en eso, traté de elaborarlo... me ayudaron mucho mis nietos. Tengo una mujer, con la que llevo 31 años de casado, y diría que en el sistema solar ella es el sol: giramos todos a su alrededor. Tengo unos hijos divinos, pero a los que, en algún momento, llamarse Cantero les trajo problemas, por consecuencia de lo que yo hice. Por suerte, la gente por la calle me trata muy bien cuando me reconoce. A lo sumo me tratan como “el loco que pensó que podía hacer eso, pero que lo intentó”. Nadie puede decir que nos quedamos con un peso, a pesar de que venían representantes a los que los de la AFA les preguntaban si nosotros les habíamos pedido algo, una comisión. Ellos se reían porque sabían cómo éramos nosotros.
Creo que el otro punto importante para poder limpiar adentro, es no creer que uno fracasó. El fracaso es el sistema, vos lo que tuviste fue un sueño imposible.
Te agradezco, porque me sirve mucho. El fracaso es el sistema.
¿Cuántos hijos tenés?
Tres. El mayor, que trabaja en Mercado Libre, me dio dos nietos. Ahí se nota la evolución de la especie: es más lindo y más inteligente. Después está mi hija del medio, Gisela, es una hippie bolche que está en pareja con un mexicano, con quién salió a recorrer América. Sus dos chicos nacieron en el viaje. Es licenciada en cine, pero ellos entran al restaurante con el charango y la guitarra, hacen artesanías y, si les sale algún laburo mientras están ahí, lo hacen. Ella trabaja mucho para los pueblos originarios, contra las mineras y la contaminación. La respeto, la admiro y la quiero muchísimo. La menor es licenciada en Letras y da clases en colegios secundarios. Está terminando de estudiar para dar clases en la universidad. Yo soy un apasionado de los rusos, y no vieron en la carrera a los autores rusos. En la vida me falta aprender música, tocar la guitarra y cantar bajito un tango... me gustaría. Capaz ahora tengo tiempo para hacerlo.
Te haría bien, tendrías una buena relación con vos. ¿Sentiste mucho miedo en algunas situaciones?
A veces, venía una moto y miraba porque pensaba que me la iban a dar. Tenía miedo.
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