viernes, 16 de septiembre de 2016

Claudio Pezzi: Sobre el operativo policial del Miércoles.

El arquitecto Claudio Pezzi nos envía esta carta, con pedido de publicación.- Publíquese, como se pide.-

CAMINO AL LIBERTADORES POR CALLE ALSINA, LA DE LAS CAMINATAS LLENAS DE GLORIA. MALDITA CALLE ALSINA
Recorrerla desde las vías del Roca o desde Belgrano hasta las puertas del estadio, es uno de los ritos que todo hincha de Independiente lleva marcado a fuego en la piel.
¿Quién no la recorrió a paso cansino de ida y vuelta con esperanza, alegría, frustración, festejando o llorando, con bronca o indiferencia, según el resultado del partido?
Hoy nos toca recorrerla con cuidado. Y mucho con temor.
¿Pero por qué?
Un día a algún burócrata de escritorio se le ocurrió que los partidos entre semana se jueguen en horarios insólitos, esos que a todo el mundo que trabaja le queda incómodo (o hasta le quita la posibilidad de poder concurrir). Llegar sobre la hora del partido sobre la calle Alsina hoy es algo riesgoso.

¿Pero por qué?
Con el objetivo de controlar a los violentos esos mismos burócratas (a los que no se les cayó una idea de cómo solucionar esto) necesitaron de los mega operativos policiales para ordenar la situación y brindar la seguridad que “el socio, el hincha y el espectador merecen”
Y resultó ser peor el remedio que la enfermedad.
Empezaron los controles de tickets, los cacheos y los embudos. “Es para resguardar su seguridad, señor”, nos dijeron.
¿Pero qué pasó? 
Todo se transformó en:
- Absurdos cacheos donde busca vaya a saber qué
- Revisión de los efectos personales donde un encendedor o un medicamento (sí, ¡un medicamento!) pasaron a ser de repente un objeto contundente
- Malestar de los que están ahí para cumplir un deber, que los lleva a la rápida pérdida de la serenidad. Justo quienes más serenos deben estar en ese momento.
A veces los gases lacrimógenos y a veces los balazos de goma entraron en escena.
“No pueden estar armados en una cancha” dijeron los burócratas rápidamente. Entonces llegó la hora del gas pimienta…
Y hasta este punto quiero llegar. El motivo de este relato, que a nadie tomará por sorpresa, nace a partir de un episodio que le tocó vivir a mi hija el miércoles pasado. En uno de esos embudos, con la gente retenida (y muy calma, aclaro) un agente policial, algo molesto, no tuvo mejor idea que rociar con gas pimienta sobre la gente a menos de un metro de distancia. María Victoria, por ser una de las primeras de la fila retenida recibió parte de la descarga que le quemó un párpado y dentro de un ojo, causándole irritación e inflamación.
Resultado: Se tuvo que hacer atender por una ambulancia dentro del playón del estadio, sin poder disfrutar del partido. Terminó con mucho dolor, con un parche en el ojo y con un tratamiento durante algunos días.
Gracias a Dios no pasó más que de eso.
Me resisto a que nos saquen las ganas de ir a la cancha.
Me resisto a que no nos dejen más ser parte de ese ritual.
Me resisto a dejar de encontrarme con mis amigos en el camino para llegar juntos.
Me resisto a que Ma. Victoria y mis sobrinos Nicolás, Abril o Clara no puedan disfrutar de eso que mi viejo nos transmitió a mi hermano Sergio y a mí hace más 40 años.
Terminada de descargar mi bronca, no quiero de dejar de mencionar que hay un punto que el Club debe revisar y encontrarle una solución en forma urgente: 
Lo dificultoso que son las llegadas, pero sobre todo las desconcentraciones del Libertadores de América.
Es hora de encarar este problema desde la  urbanística. Y encontrarle rápida solución. No es posible que los días de partido en esas pocas cuadras se deje circular al tránsito normalmente o que puedan estacionar micros en doble fila reduciendo al mínimo el espacio para el tránsito de las personas. Hace tiempo pienso (pensamos todos, creo): ¿Qué podría pasar si durante una desconcentración al final de un partido se produce una corrida o un desbande general? Hay un riesgo grande de sufrir una verdadera tragedia.
Queda planteada la inquietud y abierto el debate.
Finalmente quiero agradecer la predisposición y calidad de atención del personal de la ambulancia que atendió a Ma. Victoria en el playón (la que está estacionada a un costado de la entrada a la platea Erico Baja), a todos los que le dieron una mano en ese momento (en especial a Carlos Maidana), y a aquellos que se solidarizaron al enterarse.

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