lunes, 2 de junio de 2014

Clarín: INDEPENDIENTE CORAJE


El ascenso está en sus manos
Dio vuelta el partido ante Instituto en Córdoba y faltando una fecha depende de sí mismo para volver a PrimeraPerdía 1-0 y quedaba debajo de Instituto y de Huracán. Un golazo de Montenegro trajo el alivio y un rebote que aprovechó Penco faltando dos minutos le dio un triunfo clave.


El Rolfi Montenegro y el Pocho Insúa se abrazan entre el banco de suplentes y la línea de cal. Lloran. Sufren. Piden la hora desaforadamente. Faltan segundos nada más para que esas cargas negativas, esos miedos y esas frustraciones se transformen en un desahogo interminable.
Y el final llega nomás... Omar De Felippe queda atrapado entre sus colaboradores. Es un abrazo que trae risas y lágrimas. En el centro de la escena, uno a uno se van apilando los jugadores que acaban de dar un paso gigantesco para devolver a Independiente al lugar VIP del fútbol argentino; un lugar que nunca debió abandonar...
Quizás, este triunfo sea el triunfo más trascendental de los últimos tiempos. Es que ahora depende de sí mismo en esta aventira de dejar atrás el complicado mundo de la Primera B Nacional: si en la última jornada derrota en el Libertadores de América a Patronato de Paraná será nuevamente de Primera.
Se sacó de encima a Instituto (y le cortó un invicto de 14 partidos sin perder en su casa y lo dejó fuera de carrera) y ya no tiene que espiar a Huracán, el único equipo que puede arrebatarle la tercera ubicación.
Quedaba nada y parecía que el suplicio se iba a extender una semanita más.
Independiente, por méritos propios, merecía más, mucho más que un puntito. Pero, una y otra vez, había chocado con los seguros guantes de Julio Chiarini. Sin embargo, faltando apenas dos minutos para el final, apareció Sebastián Penco, el de los goles importantes. La punta de su botín derecho empujó la pelota a la red y generó ese grito que explotó hacia adentro acá en Alta Córdoba y bien fuerte en Avellaneda.
Antes, media hora antes del 2 a 1, un exquisito misil de zurda (sí, de zurda...) del Rolfi Montenegro le dio vida a un equipo que estaba entregado, muerto, que no podía con su alma ni con la pelota parada del conjunto cordobés.
Ese 1 a 1 fue la chispa que encendió al equipo. Desde ahí hasta el final Independiente fue a buscarlo. Con las gambetas intermitentes de Matías Pisano. Con centro cruzados. Con la velocidad meteórica de Francisco Pizzini (ingresó por Martín Zapata). Con la solvencia desde atrás de Sergio Ojeda. Y, principalmente, con la sabiduría del 10.
El capitán.
Montenegro apareció en el momento más crítico. Colgó un golazo del ángulo y, ya retrasado unos metros en el campo de juego (muy pegado al chico Franco Bellocq), comenzó a distribuir, a romper líneas, a generar peligro, a poner cara a cara a sus compañeros con Chiarini.
El levantó a sus compañeros. Los contagió. Con más coraje que claridad. Con eso, Independiente logró empujar a Instituto contra las cuerdas. Un Instituto que en la segunda parte mostró una versión deslucida. Dio la sensación de que se entregó antes de tiempo.
En los primeros minutos el conjunto cordobés mostró intensidad. Independiente, desorden. Duró poco el envión del local. Pero, en cuanto la visita logró acomodarse, lo acomodaron: Raúl Damiani (justo un ex Independiente...) cruzó un remate inatajable para Diego Rodríguez, otro de los pilares del Rojo .
De los nervios llegaban las imprecisiones. De los músculos duros llegaban los errores múltiples. De la falta de ideas llegaban las desprolijidades. A ninguno de los dos les servía el reparto de puntos, ya que Huracán había ganado un rato antes. Instituto se paralizó. Mucho más después de la infantil expulsión de Javier Velázquez (tremenda patada a Pisano).
Independiente, conocedor de grandes hazañas en esta ciudad, se encontró con un gol de otro universo y con el oportunismo de un goleador testarudo. Así logró escaparse del infierno. Le falta un paso, un paso nomás, para el desahogo final y para poner las cosas en su lugar.

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