Por Favio Verona para Olé.-
Lo ganó el mejor. Tigre se impuso a Independiente porque supo sacar el máximo rédito posible de una ráfaga en la que lo demolió y luego conservó la ventaja con oficio. En un partido cambiante y con muchos altibajos por parte de ambos equipos, el local fue superior y consiguió una victoria merecida ante un Rojo que se hunde en la intrascendencia y al que sólo le resta esperar con ansias que este año aciago termine cuanto antes para comenzar la reconstrucción.
El Matador, que pelea por entrar a la Sudamericana, se impuso a Independiente con dos goles de Armoa en una ráfaga.
El Matador de Victoria, que pelea por la clasificación a la Copa Sudamericana del año que viene, tuvo un arranque de partido arrollador. Menossi y Prediger salieron a ejercer presión, el local se encargó de incomodar a Marcone y Soñora para cortar el juego de Independiente desde la raíz y además tapó muy bien a todos los receptores con el fin de entorpecer y dinamitar los circuitos del adversario. El entrenador de Tigre, Diego Martínez, le ganó el duelo táctico y estratégico a Julio Falcioni desde el vestuario y, cuando lograron sacar la cabeza de abajo del agua para tratar de reaccionar, los de Avellaneda ya se encontraban 0-2. El paraguayo Blas Armoa fue un arma letal: tuvo olfato, sentido de ubicación, mucha intuición y capacidad de resolución para sacar rédito de los errores defensivos que cometió la desorientada defensa del Rojo. Con sus dos gritos estiró su racha: lleva siete goles convertidos en la Liga y la metió en los últimos seis encuentros.
Perdido por perdido, Independiente se animó a salir. E intentó llevar el partido al terreno en el que se sintió más cómodo: el de la lucha, la fricción y el rigor físico. Ferreyra y Benegas recibieron mucho de espaldas al arco y tuvieron que salir del área para entrar en contacto con la pelota ya que el Rojo tuvo problemas en cuanto a la creación. Cuando Soñora selló el descuento, el conjunto visitante trató de aprovechar el envión, pero a los dirigidos por Falcioni les faltó fútbol, ingenio y cambio de ritmo. Batallini aportó ímpetu, pero no ideas. Y es por eso que peleó mucho más de lo que jugó. Márquez nunca se animó a encarar, tuvo poca participación en el armado y n gravitó. Los laterales, Vigo y Elizalde, tampoco tuvieron peso cuando pasaron al ataque. A Independiente, que pelea sólo por engrosar el promedio, le faltó profundidad y no inquietó.
Tigre se quedó en el complemento, pero siempre dejó la sensación de tener todo bajo control. Y sueña con entrar a la Sudamericana.
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